Desde los inicios de la pandemia en el año 2020, un tema que se ha popularizado mucho en la ciencia social es el de la resiliencia. A pesar de que todavía hay debates sobre su utilidad para el análisis de la economía y la política, un tema relevante para el desarrollo de dicho concepto en una sociedad es la confianza social (o capital social). Existen varias definiciones diferentes de este concepto, pero, en términos generales, la confianza social se puede caracterizar como la confianza que depositamos en desconocidos, de los cuales no tenemos conocimiento previo. A nivel social, la confianza social está relacionada con el crecimiento económico, la existencia y sostenibilidad de grandes estados de bienestar y la calidad de las instituciones. La confianza social, por lo tanto, permite a las sociedades emprender cambios pacíficos para superar problemas de acción colectiva, incluso en ausencia de acción estatal. También es bastante fácil ver cómo los bajos niveles de confianza social pueden estar relacionados con el aumento del populismo, la polarización política o el secesionismo. Aun así, también hay una discusión acerca de si la confianza social realmente actúa como un mecanismo de resiliencia, o si, por el contrario, una creciente polarización política y el secesionismo en realidad erosionan la confianza social.
En general, se sabe mucho más sobre los resultados que produce la confianza social que sobre sus determinantes. En muchos sentidos, estos últimos siguen siendo un misterio para las ciencias sociales. Una corriente de investigación psicológica ha asociado la confianza social con los rasgos de personalidad a nivel individual, vinculándola en última instancia con la educación infantil y las normas culturales, las cuales son muy estables a largo plazo. En este contexto, también se han encontrado indicios notables sobre su notable estabilidad a lo largo del ciclo de vida de las personas. Al nivel social, tal y como se puede observar en la Figura 1, también es reseñable lo poco que varían los niveles medios de confianza social de los países a lo largo del tiempo, hasta cuando pasen por fases de adversidad, como fuertes crisis económicas o políticas.
Figura 1: Evolución temporal de la confianza social por país
Un estudio nuestro publicado recientemente (en coautoría con Christian Bjørnskov) explora la evolución de la confianza social a lo largo del conflicto secesionista catalán. Es uno de los pocos ejemplos en los que se puede seguir la evolución de la confianza social a lo largo de un gran conflicto político, social e institucional en el contexto de una democracia desarrollada, que a menudo se complica por la falta de datos adecuados. Como es bien conocido, este tema ha polarizado fuertemente a la sociedad catalana durante los últimos diez años, dividiendo a innumerables familias y amigos. Uno podría pensar que un conflicto tan omnipresente probablemente también debería influir negativamente en la disposición de confiar en gente desconocida.
Sin embargo, al observar la evolución de la confianza social catalana a lo largo de este tiempo, encontramos que apenas ha cambiado entre 2010 y 2019. En relación a la media española, los indicios apuntan más bien a un aumento temporal y pequeño de la confianza después de que la secesión se convirtiera en una opción política real a partir de 2012, como puede observarse en la Figura 2. La naturaleza puramente transitoria de este aumento de la confianza social impulsada por el movimiento secesionista es bastante intrigante: parece que la conversión del secesionismo catalán en un movimiento popular en algún momento entre 2010 y 2012 produjera una especie de “efecto de exuberancia” para la confianza generalizada catalana. Sin embargo, una vez que queda claro que los objetivos de este movimiento no son fáciles de alcanzar, y muchos líderes secesionistas catalanes son encarcelados por el poder judicial español, el impacto positivo se desvanece como consecuencia del intento frustrado de secesión, y la confianza social regional vuelve a un estado estable. En términos puramente numéricos, este aumento transitorio equivale a la diferencia de confianza entre los Países Bajos y Suecia (véase la primera figura), que es cualquier cosa menos intrascendente.
En la actualidad, fenómenos similares solo se han documentado para la confianza política en el contexto de desastres naturales. En el contexto del conflicto secesionista catalán, este “efecto de exuberancia” bien podría ser el resultado de un aumento de los sentimientos nacionalistas y de las expresiones de una identidad separada compartida. De acuerdo con este último argumento, varios estudios encuentran que un fuerte nacionalismo cívico está vinculado con niveles elevados de confianza social. Curiosamente, el aumento transitorio que encontramos parece afectar a la sociedad catalana en su conjunto, ya que no podemos atribuirlo a ningún colectivo en concreto en nuestra investigación.
Figura 2: Evolución temporal de la confianza social en Cataluña (línea continua) y España (línea de puntos)
¿Hubiera sido la evolución de la confianza social catalana diferente si el movimiento secesionista realmente hubiera tenido éxito en el otoño de 2017? Aunque mera especulación, dada la literatura sobre la confianza social y el nacionalismo, el establecimiento de un equilibrio de confianza diferente a largo plazo sería bien plausible.
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